lunes, 1 de noviembre de 2010

El toro de la ética y sus cuatro patas

La sabiduría de la India simboliza la ética o dharma con un toro. Así como el toro tiene cuatro patas, el dharma se apoya en cuatro principios fundamentales: 1) la veracidad, 2) la limpieza, 3) la misericordia o no-violencia y 4) la austeridad.

No voy a desarrollar a fondo estos principios, porque entraría en un determinado punto de vista acerca de ciertas cuestiones, tales como qué pasa con la violencia hacia los animales… pero intentaré reafirmar ciertos puntos fundamentales y creo –espero- que todos podremos acordar en ellos al menos. Y si no, como dije antes, no importa, sólo espero que les sirva para sus propias posturas éticas. Ahí va:

Acerca del primero, la veracidad, ya he escrito en "Los 3 de la nueva ética…". Allí aplico la veracidad a las palabras, las relaciones y las acciones, en forma de conocimiento verdadero (no falso), amor sincero (no deshonesto) y acción correcta (no errada). Por favor lean esa entrada.

Acerca del segundo, la limpieza, lo explicaré en esta ocasión, más allá de la limpieza exterior, que es buena sin lugar a dudas, al delicado asunto de las intenciones.
Las intenciones sólo un Ser Supremo podría conocerlas, eso es seguro, así que la limpieza empieza por reconocer que nadie puede conocer las verdaderas intenciones de otra persona si esa persona no las revela ella misma. Luego, es materia de la conciencia (ética) de cada quien el cuidar la limpieza de sus propias intenciones.
La intención verdaderamente ética significa cero egoísmo: cualquier acción que realice con intención de obtener un beneficio para mí es incorrecta en esencia, atenta contra el "mundo ideal" –del cual hablamos en la entrada anterior- ya que pone el acento en reclamar a los demás lo que ellos "me deben" en lugar de concentrar mi conciencia en lo que "yo puedo hacer por el otro". Y para complicar las cosas, existe el "egoísmo ampliado" que implica buscar beneficios no directamente para mí, pero sí indirectamente, al beneficiar a mis allegados, familiares, socios o amigos.
Todo esto es perfectamente analizado por diversos "verdaderos" maestros "espirituales" o como yo los llamo "maestros de vida" y por ello no ahondaré, a menos que me lo pidan expresamente en comentarios.
La palabra final, entonces, es una vez más triple: la palabra desinteresada, el amor desinteresado y la acción desinteresada

Acerca de la misericordia, en primer lugar debe distinguirse que existen diversas responsabilidades sociales para diversos roles sociales. Así un juez, no puede ser misericordioso. Él no puede decir: "este hombre mató a tal otro realmente, pero lo vamos a perdonar". No: él debe condenarlo, tanto como indica la ley.
Pero quien no es juez, no debe arrogarse las funciones del juez. La misericordia o la capacidad de devolver una respuesta no violenta ante una acción violenta, es la fuente de la felicidad conocida como "paz". Responder violencia con violencia sólo trae sufrimiento (a menos que seas algún tipo de juez). Tengo lectores inteligentes y experimentados, así que no necesito probar esta última afirmación, que se fundamenta en la ley de karma o acción-reacción.

La austeridad se refiere a "aceptar lo que a uno le corresponde" o en otras palabras, cada quien debe aprender a vivir con lo que es "su cuota" o "su parte". Toda otra concepción es codicia. La codicia significa en última instancia la insatisfacción de una necesidad y el deseo concomitante de obtener algo que nos satisfaga. Así que lo que debemos plantearnos es si lo que sentimos como necesidad realmente lo es, es solamente un capricho, deseo de algo por que sí o por cualquier razón que no obedezca estrictamente a la racionalidad de la utilidad del objeto o relación en cuestión para nuestra vida. El principio utilitario debería ser pues nuestra guía. Claro que entonces surge la pregunta: "¿útil para quién?"
Esta cuestión es peliaguda. Para empezar, la insatisfacción de necesidades reales está vigente, y podemos sin titubeos decir que la causa es una mala distribución de la riqueza. Nuevamente, así lo dicen mis maestros. Pero por otro lado, también es cierto que muchas veces, cuando uno les da oportunidades a los tales necesitados, ellos simplemente la desaprovechan, administrando pésimamente lo que se les ha otorgado. Me consta. Lo he observado y he escuchado a muchas personas que han trabajado para mejorar la vida de otros y han observado lo mismo.
Entonces, parecería que lo que realmente hay que distribuir es una educación adecuada. Y eso, queridos lectores, es lo que estamos haciendo aquí: comenzando por educar a los educadores. Porque yo a esta altura sé que no cualquiera viene a leer un blog de filosofía o ética, sino aquéllas personas que tienen interés en educar a otros, filósofos, psicólogos, educadores, asistentes sociales, etc. Por ello hago este humilde esfuerzo por compartir desde lo que yo sé a quienes son potenciales líderes sociales, o líderes hechos y derechos.

Los pobres son pobres porque no saben administrar. Peor aún, muchos de ellos son orgullosos, envidiosos, descontrolados en cuanto a sus sentidos y a su mente. Todas estas cosas las he comentado en mis entradas anteriores, cómo una persona con tales características jamás podría alcanzar paz o felicidad en su vida. ¡ojo! Que no estoy diciendo que todos los pobres son así, eso sería una forma de discriminación; pero me consta porque tengo experiencia propia y ajena, que muchos son así. Creo sinceramente que debería hacerse un estudio riguroso para confirmar estas afirmaciones mías.

Voy a aclararlo mejor: Muchos ricos y de clase media tienen los mismos problemas mencionados, excepto uno: saben administrar más o menos bien. Entonces, la gran diferencia es que el pobre no sabe administrar. ¿Implica ello que con sólo enseñarle a administrar solucionaremos la pobreza? NO: porque aún están las otras características. De hecho, el de clase media que tiene tales características nunca puede mejorar su situación, de hecho se hunde cada vez más en deudas. Y los hijos de personas que supieron amasar fortuna, que suelen tener esas características sobre todo porque les vino todo en bandeja, terminan por hipotecar lo heredado… ¿Es así o no es así?

Entonces, primero lo primero: es necesario enseñar a las personas, todas las personas a ser austeras. O en otras palabras: 1) conocerse bien a sí mismas, sus gustos y cualidades; 2) que cada quien asuma una función social y sus responsabilidades concomitantes de acuerdo a ese conocimiento de sí mismo; 3) Que cada quien determine cuáles son sus necesidades reales, en base a su función social asumida; 4) Que cada quien trabaje su conciencia y su ser para ser austero en el sentido de aceptar solamente lo que necesita y ni un gramo más de nada; 5) que se enseñe a todo el mundo a administrar correctamente su parte…

Podría seguir enumerando, pero quiero concentrarme en el punto (4): Es por causa de este punto que en mis entradas anteriores machaqué y machaqué con que cada quien busque su "maestro de vida" o "maestro de conciencia". Cuando digo esto me refiero a que hay un maestro para cada uno de nosotros, puede ser el mismo que el de otra persona, o diferente, eso no interesa, reconocer al maestro es la materia pendiente en la vida de cada uno de nosotros en este momento de nuestra re-evolución.

Yo no puedo enseñarte, querido lector, lo que necesitas aprender tú en particular, pero si simplemente aceptas esta búsqueda, yo te lo aseguro, encontrarás a tu "maestro de conciencia", único e irrepetible tal como tú eres único e irrepetible.

(Me faltaría desarrollar por qué deberíamos considerar diferentes roles sociales con diferentes "cantidades" de necesidades. Aquí enraíza el problema de la envidia, que mencioné antes. Querer tener lo que aparentemente hace feliz a otro -especialmente en la imitiación de los "ricos y poderosos"- es un grave problema, con repercusiones más graves aún, tales como el despoblamiento del campo y la miseria urbana… pero es un tema muy concreto y por ello da para largas sesiones de debate, así que no lo abordaré. En la próxima entrada explico por qué con más detalle.)

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